«Es la historia: cómo el ángel Gabriel anunció a la Virgen María que debía concebir a Nuestro Señor Jesucristo. Como dice san Lucas en su evangelio en el primer capítulo».
Tema célebre donde los haya, numerosas veces representado en el arte del Trecento, la Anunciación a María de su próxima concepción de Cristo está codificada por la práctica pictórica de acuerdo con algunos modelos que sirven de faro. La opción iconográfica de los grandes maestros de Siena (Virgen sentada con un libro) no fue tenida en cuenta por el artista A del ciclo neotestamentario de Nápoles. En cambio, la Virgen, de pie, sorprendida en su morada por el ángel Gabriel, que va a arrodillarse a sus pies, recuerda a la composición del conjunto del panel de la Anunciación pintado hacia 1343-1350 por Taddeo Gaddi.
La arquitectura de la casa, con torreón y balcón, representada de tres cuartos, permite variar los ángulos de visión en el interior y el exterior de un espacio construido: el escenario de la acción se sitúa en una sala cuadrangular abierta por delante y despojada de cualquier nota pintoresca, un lugar intelectualizado donde la irrupción del ángel equivale, por metonimia, a la «penetración del interior por el exterior», manifestándose el Espíritu de Dios en forma de una paloma. María lleva a cabo un leve movimiento de retroceso, pero su mirada, dirigida hacia el enviado celestial, así como las palmas de sus manos abiertas, manifiestan su escucha y su aceptación. «Soy la Esclava del Señor. Hágase en mí según su palabra» (Lucas, 1, 38). Esa es su respuesta al mensajero divino que le anuncia que va a quedar encinta, que dará a luz un hijo y que lo llamará Jesús, mientras el Espíritu Santo envía hacia ella sus rayos dorados. A la derecha, la puerta cerrada del edificio puede ser una alusión a la maternidad virginal de María, según los Padres de la Iglesia. El ángel Gabriel lleva en la mano un largo cetro con una flor de lis –una flor que simboliza la opción, la elección del ser amado en la tradición bíblica, y que se ha convertido en el emblema de la Virgen María en la tradición cristiana–. Su túnica de color ígneo, junto a la llamita que brilla en su frente, reaviva por contraste la paleta de colores suaves y matizados del conjunto. Y pone de relieve brillantemente la intrusión de lo divino en la humana «realidad». De hecho, en un plano teológico, el misterio de la Encarnación descansa en el dogma del Verbo hecho carne que fundamenta la fe cristiana. Con la Anunciación, pasamos del mundo de la antigua Ley a la era de la Gracia, de la Redención y de la Salvación, hecha posible en último término gracias al sacrificio de Cristo.
Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)
«Es la historia: cómo el ángel Gabriel anunció a la Virgen María que debía concebir a Nuestro Señor Jesucristo. Como dice san Lucas en su evangelio en el primer capítulo».
Tema célebre donde los haya, numerosas veces representado en el arte del Trecento, la Anunciación a María de su próxima concepción de Cristo está codificada por la práctica pictórica de acuerdo con algunos modelos que sirven de faro. La opción iconográfica de los grandes maestros de Siena (Virgen sentada con un libro) no fue tenida en cuenta por el artista A del ciclo neotestamentario de Nápoles. En cambio, la Virgen, de pie, sorprendida en su morada por el ángel Gabriel, que va a arrodillarse a sus pies, recuerda a la composición del conjunto del panel de la Anunciación pintado hacia 1343-1350 por Taddeo Gaddi.
La arquitectura de la casa, con torreón y balcón, representada de tres cuartos, permite variar los ángulos de visión en el interior y el exterior de un espacio construido: el escenario de la acción se sitúa en una sala cuadrangular abierta por delante y despojada de cualquier nota pintoresca, un lugar intelectualizado donde la irrupción del ángel equivale, por metonimia, a la «penetración del interior por el exterior», manifestándose el Espíritu de Dios en forma de una paloma. María lleva a cabo un leve movimiento de retroceso, pero su mirada, dirigida hacia el enviado celestial, así como las palmas de sus manos abiertas, manifiestan su escucha y su aceptación. «Soy la Esclava del Señor. Hágase en mí según su palabra» (Lucas, 1, 38). Esa es su respuesta al mensajero divino que le anuncia que va a quedar encinta, que dará a luz un hijo y que lo llamará Jesús, mientras el Espíritu Santo envía hacia ella sus rayos dorados. A la derecha, la puerta cerrada del edificio puede ser una alusión a la maternidad virginal de María, según los Padres de la Iglesia. El ángel Gabriel lleva en la mano un largo cetro con una flor de lis –una flor que simboliza la opción, la elección del ser amado en la tradición bíblica, y que se ha convertido en el emblema de la Virgen María en la tradición cristiana–. Su túnica de color ígneo, junto a la llamita que brilla en su frente, reaviva por contraste la paleta de colores suaves y matizados del conjunto. Y pone de relieve brillantemente la intrusión de lo divino en la humana «realidad». De hecho, en un plano teológico, el misterio de la Encarnación descansa en el dogma del Verbo hecho carne que fundamenta la fe cristiana. Con la Anunciación, pasamos del mundo de la antigua Ley a la era de la Gracia, de la Redención y de la Salvación, hecha posible en último término gracias al sacrificio de Cristo.
Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)