«Es la historia: cómo Nuestro Señor Jesucristo apareció a santa María Magdalena, y le dijo “mujer no me toques”. Así como san Juan lo dice en su evangelio, en el vigésimo capítulo».
La ilustración del Noli me tangere en el arte cristiano obedece a un esquema inmutable: la Magdalena arrodillada ante el Señor que, con la mano, la mantiene a distancia. Sin embargo, el miniaturista B supo conferir a la pintura del episodio una notable monumentalidad, debida a su propia desnudez. La línea del horizonte, colocada muy arriba en la página, deja que la roca beige ante la que se desarrolla la escena adopte una imponente magnitud. Semejante a una muralla, aísla del resto del mundo el cara a cara de la mujer y el Mesías. La verticalidad de la roca se suaviza luego en una meseta crema que dirige suavemente la mirada hacia un cielo de oro bruñido que ilumina, a contraluz, el follaje verde oscuro de los árboles. El artista explota aquí su inmenso talento de colorista: un tercer tono de blanco matizado de malva sombrea la silueta de Jesús rodeada por todas partes de rayos dorados. Su aspecto es grave, sus rasgos de una extremada finura, lleva al hombro la azada de un jardinero: la iconografía de Cristo jardinero está tomada del relato de Juan que cuenta cómo, al descubrir la desaparición del cuerpo de Cristo, María Magdalena permaneció llorando junto a la tumba. Cuando se le apareció el Resucitado, creyó primero vérselas con el guardián del huerto y le preguntó dónde estaba su Señor. Reconociéndolo por fin, tiende los brazos para tocarlo, pero Él le ordena que no lo sujete, pues no ha ascendido todavía al Padre. La Magdalena arrodillada a los pies del Señor ilumina la página con un voluminoso triángulo anaranjado en cuyo vértice parece apenas fijada su cabeza. Su largo cabello suelto recuerda a la pecadora de los Evangelios, en la escena de la comida en casa de Simón (f. 160v); la sensibilidad pictórica es, en efecto, la de un heredero de Giotto que hubiese enriquecido su paleta con una pincelada cortés, al estilo de los maestros italianos instalados en Aviñón.
Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)
«Es la historia: cómo Nuestro Señor Jesucristo apareció a santa María Magdalena, y le dijo “mujer no me toques”. Así como san Juan lo dice en su evangelio, en el vigésimo capítulo».
La ilustración del Noli me tangere en el arte cristiano obedece a un esquema inmutable: la Magdalena arrodillada ante el Señor que, con la mano, la mantiene a distancia. Sin embargo, el miniaturista B supo conferir a la pintura del episodio una notable monumentalidad, debida a su propia desnudez. La línea del horizonte, colocada muy arriba en la página, deja que la roca beige ante la que se desarrolla la escena adopte una imponente magnitud. Semejante a una muralla, aísla del resto del mundo el cara a cara de la mujer y el Mesías. La verticalidad de la roca se suaviza luego en una meseta crema que dirige suavemente la mirada hacia un cielo de oro bruñido que ilumina, a contraluz, el follaje verde oscuro de los árboles. El artista explota aquí su inmenso talento de colorista: un tercer tono de blanco matizado de malva sombrea la silueta de Jesús rodeada por todas partes de rayos dorados. Su aspecto es grave, sus rasgos de una extremada finura, lleva al hombro la azada de un jardinero: la iconografía de Cristo jardinero está tomada del relato de Juan que cuenta cómo, al descubrir la desaparición del cuerpo de Cristo, María Magdalena permaneció llorando junto a la tumba. Cuando se le apareció el Resucitado, creyó primero vérselas con el guardián del huerto y le preguntó dónde estaba su Señor. Reconociéndolo por fin, tiende los brazos para tocarlo, pero Él le ordena que no lo sujete, pues no ha ascendido todavía al Padre. La Magdalena arrodillada a los pies del Señor ilumina la página con un voluminoso triángulo anaranjado en cuyo vértice parece apenas fijada su cabeza. Su largo cabello suelto recuerda a la pecadora de los Evangelios, en la escena de la comida en casa de Simón (f. 160v); la sensibilidad pictórica es, en efecto, la de un heredero de Giotto que hubiese enriquecido su paleta con una pincelada cortés, al estilo de los maestros italianos instalados en Aviñón.
Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)