Los salmistas piden ayuda a Dios contra los impíos (v. 2,
Salvum me fac Domine quoniam defecit sanctus // Sálvame Señor, pues ya no existe piedad), y Dios responde enérgicamente. Arriba, a la izquierda, un par de ángeles secundan a Dios que se sale de su mandorla para entregar una lanza a un ángel con un escudo. Debajo, en las colinas, hombres sentados y erguidos representan a los pobres (v. 6,
Propter miseriam inopum et gemitum pauperum nunc exurgam dicit Dominus // Por el humilde desposeído, por los lamentos del pobre, yo me alzo, proclama el Señor). A su derecha, dos grupos de personas caminan circularmente y hacen girar un disco y cabrestante (v. 9,
In circuitu impii ambulant // Los impíos deambulan en círculos). Arriba a la derecha, un hombre coronado sostiene dos rollos, uno desplegado hacia Dios y el otro hacia un herrero que se halla ante una forja cuyas llamas son visible (v. 7,
Eloquia Domini eloquia casta: argentum igne examinatum probatum terre, purgatum septuplum // Las palabras del Señor son puras: como la plata pasada por el fuego, purgada de la tierra y refinada siete veces). En la esquina inferior derecha, un ángel blande una lanza contra la cabeza del líder de un grupo de hombres (v. 4,
Disperdat Dominus universa labia dolosa linguam magniloquam // El Señor destruirá todos los labios embusteros, toda lengua que hable con soberbia).