A partir del f. 93r la iluminación del maestro catalán conduce, sin nuevos saltos, hasta el final del códice. De hecho, este es el último de los folios en que Ferrer Bassa trabaja todavía, en parte, sobre el dibujo inglés. La miniatura se divide en dos registros, de los cuales tan sólo el superior es un trabajo mixto anglo-catalán. El salmo se refiere a David, que efectúa sus súplicas y pide ayuda a Dios para enfrentarse a sus enemigos. A cambio de su intervención ofrecerá sacrificios y alabanza al Señor.
La imagen nos ofrece la visión de un espléndido templo abierto y del altar encajonado en su fachada de frontón triangular, que enmarcan bellas torres de planta circular. En las bases de las torres aparecen simulacros de capiteles invertidos que siguen genéricamente el diseño de los maestros ingleses. Dos grandes personajes, cercanos a un segundo altar, responden también a la organización de finales del siglo XII. Uno de ellos es un anciano sacerdote de larga barba que parece mostrar el fuego del sacrificio, al que se aproxima un pequeño asno, a un hombre armado de escudo y portador de una filacteria, alusiva, quizás, a la oración dirigida al Señor. La imagen se correspondería entonces con el sacrificio y la alabanza mencionados en el versículo 8: Voluntarie sacrificabo tibi, et confitebor nomini tuo Domine: quoniam bonum est // Yo te ofreceré un sacrificio voluntario, y alabaré tu nombre, Señor: porque es bueno. Este segundo personaje, algo más joven que el sacerdote, parece recibir además la bendición celestial, y pudiera encarnar a un David que, en salterios anteriores, habría tenido un protagonismo algo distinto, enlazando con los temas que ahora se desarrollan en la zona inferior. El salmo alude a la figura del sacerdote Achimelech, que habiendo ayudado a David fue ejecutado por Doeg Idumeo, siguiendo el mandato del rey Saúl (v. 2, vid. I Sam 22, 9).
En el lado izquierdo, separado por una columna, un joven de rostro huraño cabalga al revés sobre una montura que no podrá guiar certeramente pese a blandir los azotes con que someter al animal. Por tanto, pese a su afán, no sabe a dónde va. La imagen puede aludir tanto a la ceguera de algunos como a ciertas formas de locura o sinrazón. En el comentario a este salmo, San Agustín se refiere al varón insensato o imprudente incapaz de alcanzar la inteligencia davídica.
En el registro inferior, Ferrer Bassa trabaja ya sin diseño inglés previo y alcanza a definir una primera serie de escenas de acusado carácter narrativo. Se trata de la historia de David y Saúl, elegida no tanto por el contenido oracional del salmo, sino por su inicio: v. 2, Cum venissent Ziphaei, et dixissent ad Saül: Nonne David absconditus est apud nos? // Cuando vinieron los Zifeos, y dijeron a Saúl: ¿Pues que no está David escondido entre nosotros?. El rey Saúl en el palacio de Gabba es informado por sus consejeros de que David se encuentra en la colina de Hachila (“Ecce David absconditus est in colle Hachila”, I Sam 26,1). Allí lo vemos con sus compañeros de armas, con las defensas más sofisticadas. Situado entre dos grupos de soldados con escudos y lanzas, su figura destaca en el centro. En el primer término ha crecido un árbol, que se repite idéntico cuando se desea aludir de nuevo a este lugar montañoso en la escena siguiente, con una perspectiva distinta abierta sobre la zona derecha de la imagen. Este tipo de vegetación se convertirá a partir de ahora en uno de los tópicos paisajísticos del códice, pero aquí sirve para establecer un nexo narrativo muy claro que también se consigue gracias a la constancia y cuidado puesto en la representación de las indumentarias.
Un complejo relato da pie al episodio siguiente, donde David y uno de sus acompañantes, identificable con Abisai, entran en la tienda real de Saúl, mientras sus colegas esperan fuera del campamento. Saúl, que se había desplazado con sus hombres en busca de David, duerme con la corona puesta en un lecho bajo, sin percibir que su contrincante le substrae la lanza y un vaso que se hallaban en la cabecera de este. Tampoco los soldados acaudillados por Abner, y que duermen ante la tienda azul, son capaces de percibir nada (I Sam 26,12). Así, su presencia es equiparable a la de los soldados romanos ante el sepulcro de Cristo. El desenlace implica la toma de conciencia sobre el peligro pasado. David y Saúl se reconciliarán, pero ni la miniatura ni el salmo se interesan por este aspecto. Se trata sobre todo de destacar el triunfo de David, que junto a su compañero se aleja del campamento demostrando que sin necesidad de empuñar las armas se ha impuesto a la adversidad.
Las iniciales fueron dejadas en blanco, ya que el taller catalán trabaja sobre ellas libremente, sin ninguna pauta inglesa. En la primera D rematada por el acanto se ha dispuesto un pequeño orante de medio cuerpo. La intermedia es decorada con tema vegetal exclusivamente, pero en la tercera y mayor de las iniciales se impone la figura completa que mira hacia lo alto sobre fondo rojo ajedrezado. Destaca la disposición de su cuerpo, que muestra un perfil ladeado que, sin llegar a dar la espalda completamente al espectador, sugiere su conexión con aquello que sucede en las escenas superiores.
A partir del f. 93r la iluminación del maestro catalán conduce, sin nuevos saltos, hasta el final del códice. De hecho, este es el último de los folios en que Ferrer Bassa trabaja todavía, en parte, sobre el dibujo inglés. La miniatura se divide en dos registros, de los cuales tan sólo el superior es un trabajo mixto anglo-catalán. El salmo se refiere a David, que efectúa sus súplicas y pide ayuda a Dios para enfrentarse a sus enemigos. A cambio de su intervención ofrecerá sacrificios y alabanza al Señor.
La imagen nos ofrece la visión de un espléndido templo abierto y del altar encajonado en su fachada de frontón triangular, que enmarcan bellas torres de planta circular. En las bases de las torres aparecen simulacros de capiteles invertidos que siguen genéricamente el diseño de los maestros ingleses. Dos grandes personajes, cercanos a un segundo altar, responden también a la organización de finales del siglo XII. Uno de ellos es un anciano sacerdote de larga barba que parece mostrar el fuego del sacrificio, al que se aproxima un pequeño asno, a un hombre armado de escudo y portador de una filacteria, alusiva, quizás, a la oración dirigida al Señor. La imagen se correspondería entonces con el sacrificio y la alabanza mencionados en el versículo 8: Voluntarie sacrificabo tibi, et confitebor nomini tuo Domine: quoniam bonum est // Yo te ofreceré un sacrificio voluntario, y alabaré tu nombre, Señor: porque es bueno. Este segundo personaje, algo más joven que el sacerdote, parece recibir además la bendición celestial, y pudiera encarnar a un David que, en salterios anteriores, habría tenido un protagonismo algo distinto, enlazando con los temas que ahora se desarrollan en la zona inferior. El salmo alude a la figura del sacerdote Achimelech, que habiendo ayudado a David fue ejecutado por Doeg Idumeo, siguiendo el mandato del rey Saúl (v. 2, vid. I Sam 22, 9).
En el lado izquierdo, separado por una columna, un joven de rostro huraño cabalga al revés sobre una montura que no podrá guiar certeramente pese a blandir los azotes con que someter al animal. Por tanto, pese a su afán, no sabe a dónde va. La imagen puede aludir tanto a la ceguera de algunos como a ciertas formas de locura o sinrazón. En el comentario a este salmo, San Agustín se refiere al varón insensato o imprudente incapaz de alcanzar la inteligencia davídica.
En el registro inferior, Ferrer Bassa trabaja ya sin diseño inglés previo y alcanza a definir una primera serie de escenas de acusado carácter narrativo. Se trata de la historia de David y Saúl, elegida no tanto por el contenido oracional del salmo, sino por su inicio: v. 2, Cum venissent Ziphaei, et dixissent ad Saül: Nonne David absconditus est apud nos? // Cuando vinieron los Zifeos, y dijeron a Saúl: ¿Pues que no está David escondido entre nosotros?. El rey Saúl en el palacio de Gabba es informado por sus consejeros de que David se encuentra en la colina de Hachila (“Ecce David absconditus est in colle Hachila”, I Sam 26,1). Allí lo vemos con sus compañeros de armas, con las defensas más sofisticadas. Situado entre dos grupos de soldados con escudos y lanzas, su figura destaca en el centro. En el primer término ha crecido un árbol, que se repite idéntico cuando se desea aludir de nuevo a este lugar montañoso en la escena siguiente, con una perspectiva distinta abierta sobre la zona derecha de la imagen. Este tipo de vegetación se convertirá a partir de ahora en uno de los tópicos paisajísticos del códice, pero aquí sirve para establecer un nexo narrativo muy claro que también se consigue gracias a la constancia y cuidado puesto en la representación de las indumentarias.
Un complejo relato da pie al episodio siguiente, donde David y uno de sus acompañantes, identificable con Abisai, entran en la tienda real de Saúl, mientras sus colegas esperan fuera del campamento. Saúl, que se había desplazado con sus hombres en busca de David, duerme con la corona puesta en un lecho bajo, sin percibir que su contrincante le substrae la lanza y un vaso que se hallaban en la cabecera de este. Tampoco los soldados acaudillados por Abner, y que duermen ante la tienda azul, son capaces de percibir nada (I Sam 26,12). Así, su presencia es equiparable a la de los soldados romanos ante el sepulcro de Cristo. El desenlace implica la toma de conciencia sobre el peligro pasado. David y Saúl se reconciliarán, pero ni la miniatura ni el salmo se interesan por este aspecto. Se trata sobre todo de destacar el triunfo de David, que junto a su compañero se aleja del campamento demostrando que sin necesidad de empuñar las armas se ha impuesto a la adversidad.
Las iniciales fueron dejadas en blanco, ya que el taller catalán trabaja sobre ellas libremente, sin ninguna pauta inglesa. En la primera D rematada por el acanto se ha dispuesto un pequeño orante de medio cuerpo. La intermedia es decorada con tema vegetal exclusivamente, pero en la tercera y mayor de las iniciales se impone la figura completa que mira hacia lo alto sobre fondo rojo ajedrezado. Destaca la disposición de su cuerpo, que muestra un perfil ladeado que, sin llegar a dar la espalda completamente al espectador, sugiere su conexión con aquello que sucede en las escenas superiores.