La primera escena desde el punto de vista cronológico, Jesús clavado en la cruz, se relega al segundo plano para dar mayor importancia a la Crucifixión. Ocupando la parte derecha del fondo de la miniatura, se muestra, rodeada por las autoridades y una multitud de soldadosla cruz en el suelo y dos hombres clavando a Cristo: uno clava ambos pies y el otro la mano derecha. Más al fondo, casi en la línea de horizonte, los soldados echan a suertes la túnica sin costuras del Señor. De entre las dos fórmulas iconográficas existentes, esto es, la cruz extendida en el suelo o plantada, se ha elegido la primera, cuyas fuentes se encuentran en el arte bizantino a partir del siglo xi, como puede verse en el Salterio griego Barberini, de donde pasó al arte francés y flamenco. En el norte de los Alpes, esta escena aparece como una composición con numerosas figuras que, en ocasiones, sirve de motivo subsidiario a la imagen de la Crucifixión. En los altares de Pasión alemanes y holandeses y en trípticos flamencos constituye la escena previa a la Crucifixión, como muestra una pintura que forma parte de la tabla central de un pequeño tríptico atribuido a Gérard David de hacia 1480-1490 (Londres, National Gallery).
En primer plano, se encuentra Cristo muerto sobre la cruz, en forma de tau con el título, en donde se lee «inri», encima del travesaño, sin suppedaneum donde apoyar los pies; la efusión de sangre del Salvador llega hasta el suelo, donde se encuentra una calavera y una tibia. Frente a Él, la Virgen, con expresión dolorosa, junta sus manos y es sostenida por san Juan, que mira el rostro del Señor, para evitar el desfallecimiento de la Madre. Las autoridades y la multitud de soldados se retiran del lugar de ejecución.
Gérard Horenbout crea un celaje muy expresivo y verosímil que sugiere un atardecer de luces contrastadas, donde la parte más clara corresponde a Cristo siendo clavado en la cruz y la más oscura a la crucifixión. Logra así un clima dramático lleno de malos augurios acorde con la solemnidad del instante, lo que contrasta con la lontana città de Jerusalén, donde destaca, en un intento de verosimilitud, la gran torre de una iglesia. Santa María aparece triste, pero, no vencida por el dolor ni la desesperación, pese a que san Juan le presta su ayuda para evitar un posible desvanecimiento, según las teorías de una parte de los comentaristas marianos de principios del siglo xiv. Esta teoría va adquiriendo cada vez más fuerza, como puede verse en una obra escrita en 1506, un poco después, quizá, de que se pintara el Libro de horas de Juana I de Castilla: De Spasimo Beatae Virginis Mariae del dominico Tommaso de Vio, donde niega que santa María hubiera manifestado su propio tormento y se hubiera desvanecido.
Los huesos al pie de la cruz hacen referencia tanto al significado de Gólgota que dieron los evangelistas, esto es, calavera, como a la presencia de Adán bajo el Gólgota, testimoniando una tradición, recogida en el Libro de Adán y Eva de Etiopía y en Cueva de los tesoros, que gozó de gran difusión en la Edad Media, según la cual el primer hombre fue enterrado en el mismo lugar en que iba a ser sacrificado Cristo, donde vería su salvación. En Cueva de los tesoros, se dice que cuando «el Mesías obtuvo la victoria por la lanza, fluyeron sangre y agua de su costado, corrieron abajo hacia la boca de Adán y fue su bautismo y así fue bautizado»; por consiguiente, en los huesos de Adán debe verse la caída y la promesa cumplida de redención.