Tras redactar un catálogo sobre los animales a los que se da caza y los perros que pueden emplearse para dicha práctica, Fébus introduce una nueva sección de su libro, sin que llegue a materializarse. Este cuadro es muy importante para la historia de la transmisión de la obra del conde de Foix. De hecho, es la prueba de que fue el manuscrito de San Petersburgo, aquí el folio 37r, el que sirvió de modelo a los dos manuscritos de París y Nueva York, y no el pintado en grisalla que conservó en su poder. El montero mayor que da instrucciones a sus tres jóvenes aprendices está de pie a la izquierda en el manuscrito de San Petersburgo, y también en el de París y en el de Nueva York, sin embargo, en el volumen en grisalla, aquí el folio 40r, se encuentra sentado en el centro de la imagen. La miniatura de nuestro manuscrito se mantuvo fiel a su modelo. El montero mayor, con la cabeza descubierta y un bastón para protegerse de las ramas en la mano izquierda, viste una larga túnica de color azul francés con leones bordados en oro. Se dirige a sus aprendices, que sostienen entre las manos unas largas filacterias en las que no reza ninguna inscripción. Los aprendices que aparecen en los dos manuscritos encargados por el duque de Borgoña ya son adultos, en cambio en el que realizó Fébus todavía son niños. El volumen en grisalla aclara el significado de estas cintas en blanco que esgrimen los aprendices. En ellas aparecen escritos los nombres de sus perros preferidos: Lorete, Fricaut, Clabaud, Fretel, Vilhaut y Hurtaut. Entendemos entonces que las filacterias del manuscrito destinado a Felipe el Audaz, duque de Borgoña, no llevan ninguna inscripción porque seguramente debían grabarse con el nombre de los perros preferidos del duque. Con el mismo objetivo, Juan Sin Miedo pidió que las filacterias de los dos manuscritos que pretendía ofrecer a dos grandes príncipes tampoco llevaran inscripción alguna, a la espera de conocer el nombre de los perros de sus destinatarios. La fidelidad del manuscrito de París a su modelo se reconoce en los detalles más pequeños: en los tres árboles sobre un fondo decorado de tonalidad rojiza y en la ropa del montero mayor, de color azul con cuello rojo. Solo difieren el número de aprendices y su edad, y en especial la presencia de dos monteros maduros conversando entre ellos o comentando el discurso del capitán detrás de los tres personajes con las filacterias.
Yves Christe,
Université de Genève