Partí de esta isla y me dirigí hacia el sur hasta que llegué a una isla de gran tamaño llamada Dondin que es la más inmunda que pueda existir. En ella viven hombres detestables porque comen carnes crudas y toda otra clase de inmundicias inimaginables. Tienen una costumbre bárbara: el padre come al hijo, la mujer al marido y el marido a la mujer. Esto sucede de esta manera: cuando un padre cae enfermo, el hijo consulta a un astrólogo, que en realidad es un sacerdote, y le pregunta: «Señor, consulte a nuestro dios si mi padre podrá curarse de esta enfermedad o si debe morir».
Entonces, el sacerdote y el hijo del enfermo se presentan ante un ídolo de oro y plata, oran y dicen: «Señor, tú eres nuestro dios, te honramos y te pedimos que nos respondas: este hombre está gravemente enfermo, ¿se curará o morirá?». El demonio, a través del ídolo, responde: «Tu padre no morirá, sino que sanará. Debes seguir estas instrucciones para curarlo».
El hijo entonces cuida a su padre con dedicación hasta que se recupera por completo.
Sin embargo, si el demonio dice que debe morir, el sacerdote acude al enfermo y lo asfixia cubriéndole la boca con un paño hasta que fallece. Tras su muerte, el cuerpo es descuartizado, y los amigos, familiares y todos los histriones de la región son invitados a un banquete donde lo consumen con gran alegría, acompañados de cantos y música. Aun así, los huesos son separados y enterrados con solemnidad. Si algún pariente no es invitado a esta macabra fiesta, lo consideran una gran ofensa.
Partí de esta isla y me dirigí hacia el sur hasta que llegué a una isla de gran tamaño llamada Dondin que es la más inmunda que pueda existir. En ella viven hombres detestables porque comen carnes crudas y toda otra clase de inmundicias inimaginables. Tienen una costumbre bárbara: el padre come al hijo, la mujer al marido y el marido a la mujer. Esto sucede de esta manera: cuando un padre cae enfermo, el hijo consulta a un astrólogo, que en realidad es un sacerdote, y le pregunta: «Señor, consulte a nuestro dios si mi padre podrá curarse de esta enfermedad o si debe morir».
Entonces, el sacerdote y el hijo del enfermo se presentan ante un ídolo de oro y plata, oran y dicen: «Señor, tú eres nuestro dios, te honramos y te pedimos que nos respondas: este hombre está gravemente enfermo, ¿se curará o morirá?». El demonio, a través del ídolo, responde: «Tu padre no morirá, sino que sanará. Debes seguir estas instrucciones para curarlo».
El hijo entonces cuida a su padre con dedicación hasta que se recupera por completo.
Sin embargo, si el demonio dice que debe morir, el sacerdote acude al enfermo y lo asfixia cubriéndole la boca con un paño hasta que fallece. Tras su muerte, el cuerpo es descuartizado, y los amigos, familiares y todos los histriones de la región son invitados a un banquete donde lo consumen con gran alegría, acompañados de cantos y música. Aun así, los huesos son separados y enterrados con solemnidad. Si algún pariente no es invitado a esta macabra fiesta, lo consideran una gran ofensa.