En el lado izquierdo de la ilustración aparece un ser siniestro de estatura humana metido hasta las rodillas en aguas pantanosas de color pardo. Su cabeza, en la que el rostro apenas es reconocible, parece una bola de cristal, de un resplandeciente color rojo oscuro. Las piernas y la parte superior del cuerpo son de un color negruzco, mientras que el brazo derecho, que el hombre del pantano apoya sobre su muslo, es de color rojo. Extiende el brazo izquierdo, de un blanco impoluto, con la palma de la mano hacia una mujer con aspecto de ángel que ocupa el lado derecho de la imagen. La mujer alada se encuentra sobre un prado a la orilla de la ciénaga y lleva un magnífico atavío: un vestido claro con un dibujo floral multicolor, anchas mangas de un color amarillo resplandeciente, un suntuoso escote dorado y una capa azul. Calza escarpines dorados y lleva un collar de oro con rubíes. Sobre su cabeza reposa una corona de oro con una gran estrella plateada; sus alas están adornadas con plumas de pavo real y perlas. En sus manos, la mensajera del cielo, de mirada amable, sostiene unas vestimentas rojas con mangas que, como indica el texto correspondiente, pretende ponerle al hombre del pantano.
Gustav Friedrich Hartlaub ve en esta miniatura un símbolo de la fixation (fijación), la operación alquímica de la solidificación de materias evanescentes, que se equipara también a la de la coagulation (coagulación). Para él, la cabeza roja de cristal del hombre del pantano representa un pistón o una retorta, mientras que Jacques van Lennep remite a la entrada «Tête Rouge» del diccionario hermético de Pernety del siglo XVIII, donde se explica, mediante diversos ejemplos tomados de manuscritos alquímicos, el símbolo de la cabeza roja. A esto hay que añadir al alquimista español Arnaldo de Vilanova (c. 1235-1311), que ya mucho antes había descrito a un ser equiparable que personificaba el éxito de la obra alquímica. Los colores rojo, negro y blanco son, como ya se ha mencionado, los tres colores principales de la alquimia, que representan la totalidad de la obra: el hombre del pantano, de tres colores, se transmuta desde el estado de la putrefacción y descomposición a la llamada «púrpura celestial».
La representación de los dos monos en la base del marco, en su paradójica perspectiva, nos recuerda a Dante. En la Divina comedia el alquimista se denomina a sí mismo «mono de la naturaleza» (Infierno 29, 119), aunque tal afirmación no nos ayuda a determinar con certeza la función de los dos monos de la miniatura que nos ocupa. Los dos ciervos, pintados aquí según el modelo de la obra del llamado Maestro de los Naipes, forman parte, sin embargo, de la casi centenaria tradición pictórica de las representaciones de animales. Fueron monumentalizados por el miniaturista del Splendor Solis y reproducidos con los lados invertidos.
Jörg Völlnagel
(Historiador del Arte e investigador asociado de los Staatliche Museen zu Berlin)