El oso vive en la montaña, donde encontró refugio como tantos otros animales que, para escapar del hombre, tuvieron que abandonar el llano. Probablemente esto es lo que sugiere el artista al añadir en un segundo plano una fértil pradera salpicada de pequeños árboles y cumbres rocosas que solo encontramos en esta versión. Una de las osas amamanta a tres oseznos, a pesar de que Fébus deja bien claro que la hembra solo pare dos crías. Se trata de otro cuadro bucólico en el que los osos, tanto machos como hembras, con oseznos grandes o pequeños, retozan en la hierba, trepan a los árboles, se mordisquean los unos a los otros y se limpian las patas. La realidad salvaje de la naturaleza, en la que los machos suelen devorar a sus crías, ha sido obviada aquí para hacer la escena más agradable al espectador.
Yves Christe,
Université de Genève