Después de dejar esta región y navegar por el océano hacia el sur, llegué a muchas islas y tierras. Una de esas islas es llamada Nicobar. Es bastante extensa, con un perímetro de al menos 10.000 millas. Los habitantes de esta isla, tanto hombres como mujeres, tienen cara de perro. Este pueblo adora a un buey como su dios, y por eso todos llevan sobre su sombrero la figura de un buey, ya sea de oro o de plata, como símbolo de su devoción. Los hombres y mujeres de esta región andan desnudos, cubriendo solo sus partes íntimas con un simple paño.
Son físicamente fuertes y muy valientes en combate, y van a la guerra desnudos, armados únicamente con un escudo que los protege desde la cabeza hasta los pies. Si capturan a un enemigo que no puede pagar su rescate, lo devoran; si el cautivo puede ofrecer un precio por su libertad, lo dejan ir.
El rey de esta región lleva un collar con al menos 300 perlas grandes, y por ello recita 300 oraciones diarias en honor a su dios. Además, siempre lleva en su mano una piedra de rubí casi del tamaño de un palmo, que brilla como una llama de fuego. Esta piedra es considerada la más preciosa y valiosa del mundo. Se dice que ni siquiera el emperador de los tártaros del Catay pudo adquirirla, ni con dinero, ni por la fuerza, ni mediante astucia. El rey de esta isla es conocido por su administración justa y rigurosa, lo que permite a cualquiera viajar con total seguridad por su reino.