A finales de la Edad Media, príncipes y poderosos aprendían las reglas de salud e higiene de la medicina racional en el Tacuinum Sanitatis, un tratado sobre el bienestar y la salud muy difundido durante los siglos XIV y XV.
El tratado fue escrito en árabe por Ububchasym de Baldach, también conocido como Ibn Butlân, médico cristiano nacido en Bagdad y muerto en 1068. Propone seis elementos necesarios para el mantenimiento cotidiano de la salud y evitar el estrés: la comida y la bebida, el aire y el ambiente, el movimiento y el reposo, el sueño y la vigilia, las secreciones y excreciones de los humores, los movimientos o afectos del ánimo (la alegría, la ira, la vergüenza...). Según Ibn Butlân, las enfermedades surgen de la alteración en el equilibrio de alguno de estos elementos, por lo que aconseja la vida en armonía con la naturaleza para conservar o recuperar la salud.
Las Taqwin al-sihha de Ibn Butlân se tradujeron al latín en Palermo, en la corte de Manfredo, rey de Sicilia de 1258 a 1266, con el título de Tacuinum Sanitatis. A finales del siglo XIV, este tratado será dotado en la Lombardía de un ciclo de ilustraciones muy desarrollado, punto de partida de un florecimiento de ejemplares que traspasó las fronteras de Italia. Buena prueba de ello es este códice de lujo, con todos sus folios iluminados, realizado en Renania. Cada folio contiene una miniatura con una leyenda (en latín, con una traducción posterior al alemán) en la que se indica la naturaleza del elemento, características de lo que se considera mejor para la salud humana, beneficio que produce, perjuicio que puede causar y remedio para dicho perjuicio.
En la confitería, llena de vasijas de colores y brillantes frascos de cristal, se pueden comprar deliciosos piñones recubiertos de azúcar mezclada con especias, una de las golosinas preferidas en la Edad Media. También se venden frutos secos, higos o uvas pasas, sobre todo las “grandes pasas de Gerasa”, cuyo consumo Ibn Butlân recomienda a los ancianos en invierno, ya que “son eficaces contra los dolores intestinales; fortalecen el hígado y el estómago y si queman la sangre, se puede remediar con el limón” (f. 54).
Ibn Butlân también aconseja el consumo de pan negro porque “alivia el estómago, aunque para que no provoque irritación, hay que acompañarlo de alimentos grasos”. Es el pan más común, puesto que el blanco estaba reservado para la mesa de los más privilegiados. El miniaturista ha pintado a tres mujeres que, una vez preparada la masa, están introduciendo los panes en el horno (f. 61v). Otras miniaturas muestran la elaboración del queso, la pasta o la mantequilla; al marchante de sal, al de aves, al de aceite de almendras, al vendedor de salazones, al de velas, al de tejidos de seda…
La recogida de las cerezas, las granadas dulces, los albaricoques, las nueces, las castañas y un sinfín de frutos, hortalizas y verduras ocupan un gran número de folios de estas tablas de la salud, donde se explican los efectos beneficiosos y los perjuicios de cada elemento.
Ibn Butlân nos enseña también a disfrutar de cada estación del año, las consecuencias de cada tipo de clima, de los vientos, de la nieve; señala la importancia del bienestar espiritual y, por ejemplo, habla de las bondades de escuchar música, bailar, de una charla agradable…
Según el escudo de armas del inicio (f. Dv), poco posterior a su ejecución, este hermoso manuscrito habría pertenecido al conde Luis de Wurtemberg y a su esposa, Matilde, hija de Luis de Baviera, conde palatino de Renania.
Este códice no es sólo una interesante fuente de información de carácter médico, sino que además constituye una fuente iconográfica privilegiada para el estudio de la vida cotidiana en la Edad Media.